La desinformación y la manipulación, otro frente de batalla en la guerra entre Israel y Hamás
La crisis reputacional que atraviesa el Gobierno liderado por Benjamín Netanyahu tras lo sucedido el pasado 7 de octubre es cada vez más evidente. Si durante las primeras semanas los medios, especialmente los europeos y norteamericanos, reproducían las declaraciones de los portavoces israelíes, en detrimento de las voces palestinas e internacionales que las cuestionaban, la tendencia ha ido cambiando según quedaban expuestos los errores, las manipulaciones o la ocultación de hechos por parte de ese aparato mediático.
Los periodistas se resisten a formar parte de la maquinaria de propaganda israelí
Una realidad que ha ido in crescendo a medida que ha quedado probada la asimetría existente entre los logros conseguidos por el Ejército desde que iniciase su ofensiva en la Franja Gaza y el reguero de destrucción y muerte que ha ido dejando tras ella. Según la Oficina de Comunicación del Gobierno gazatí –una fuente que la ONU cita en sus informes–, la cifra de fallecidos asciende a 14.500, de los que alrededor de 6.000 serían menores. Además, casi la mitad de las viviendas del enclave costero han sido destruidas o dañadas por fuego israelí.
Las pruebas aportadas por Israel, cuestionadas
Ni siquiera los reportajes de periodistas internacionales de las cadenas de televisión CNN y BBC, o del periódico New York Times, empotrados con el Ejército hebreo en las últimas semanas, le han proporcionado a Israel la credibilidad que tanto ansiaba. En ocasiones, más bien, lo contrario. Un buen ejemplo es lo sucedido en el interior del hospital Al Shifa, el más grande de la Franja de Gaza y convertido en un objetivo militar destacado porque, según Israel, era un “centro de comando y control de Hamás”.
Tras varios días de asedio, los soldados irrumpían en el complejo a mediados de noviembre para buscar armamento y realizar interrogatorios que pudieran arrojar luz sobre la localización de la vasta red de túneles que –siempre según el Ejército israelí– se extiende bajo el hospital y en la que sospechan que las milicias palestinas se escondieron o adonde llevaron a algunos rehenes que capturaron en el sur de Israel. En un vídeo, el portavoz militar Jonathan Conricus mostró el alijo encontrado: unas diez armas, munición, chalecos antibalas y uniformes militares de Hamás, algunos de los cuales estaban escondidos detrás de máquinas de resonancia magnética, tal y como reveló.
Para respaldar esa narrativa, el Ejército anunció este jueves el arresto del director de Al Shifa porque “bajo su administración, en el hospital había una extensa actividad terrorista de Hamás”.
Sin embargo, un análisis realizado el pasado sábado por periodistas de la televisión estadounidense CNN no excluyó la posibilidad de que los portavoces castrenses “reorganizaran” las armas encontradas antes de que los medios internacionales llegasen al lugar. La cadena apunta a que, mientras en la imagen inicial grabada por Conricus se veía un único fusil AK–47, el número de armas se multiplicó en una imagen posterior recogida por las cámaras de Fox News o BBC. “No está claro de dónde vino el segundo AK–47 y por qué no es visible en el clip anterior de las FDI (Fuerzas de Defensa de Israel)”, afirmó CNN.
“La discrepancia entre el vídeo del propio Ejército y las imágenes de BBC se debió al hecho de que se descubrieron más armas y activos terroristas a lo largo del día”, alegaron portavoces israelíes a la cadena estadounidense. “Las sugerencias de que las FDI están manipulando a los medios de comunicación son incorrectas”, añadieron.
Por su parte, Hamás, que ha negado repetidamente el uso del hospital para operaciones militares, emitió un comunicado calificando las afirmaciones del aparato militar israelí como “una historia inventada que nadie creería”. Uno de sus miembros, Bassem Naim, las definió en la cadena de televisión qatarí Al Jazeera como “farsa” o “teatro”. “Una vez más Israel no logró demostrar lo que ha estado afirmando durante semanas. Su objetivo es ejercer presión sobre los hospitales, el personal médico y desplazar a la población”, denunció Naim.
Días antes, su credibilidad volvía a ponerse en cuestión en otro centro hospitalario, el de Rantisi, en el hoy devastado norte de la Franja de Gaza. Durante una visita de otro grupo de periodistas internacionales al sótano de ese pequeño centro médico infantil, un portavoz de las FDI les mostró lo que –según él– eran pruebas de la infraestructura de Hamás: un puñado de armas, explosivos, ropa y enseres usados por presuntos rehenes, una motocicleta supuestamente utilizada en los ataques del 7 de octubre y un papel pegado en la pared con grafía en árabe.
“Esta es una lista de guardias (de rehenes). Cada terrorista tenía su propio turno”, aseveró Daniel Hagari, mientras le mostraba el documento al reportero de CNN.
Poco después de la difusión del reportaje, cuyas imágenes el Ejército ya había distribuido un día antes en redes sociales, medios de comunicación y usuarios áraboparlantes desmentían la versión del portavoz. “¡Esto es vergonzoso, Daniel! Borra antes de que cualquier hablante de árabe vea como te humillas. Lo único (que hay) en esa 'lista de terror' son los días de la semana (sábado-viernes)”, escribió en X (Twitter) el director de comunicación de Euro-Med Human Rights Monitor, una organización de derechos humanos con sede en Ginebra.
Tras el descrédito y la mofa pública, fuentes de las FDI señalaron al canal 12 de Israel que “se cometió un error en la traducción de parte de la tabla”. El vídeo, incluido el calendario, fue ampliamente difundido no solamente por CNN, sino también por funcionarios y diplomáticos israelíes en todo el mundo, como Aviva Klompas, miembro de la misión de Israel ante Naciones Unidas.
Preguntas sin responder tras la matanza de civiles
La creciente crisis de credibilidad que afecta al aparato de propaganda israelí no sólo se ciñe a lo que está ocurriendo en la Franja de Gaza. Según pasan las semanas y se conocen más detalles sobre el ataque del 7 de octubre, surgen dudas y preguntas también en Israel.
Una investigación publicada recientemente por el diario israelí Haaretz –inicialmente sólo en su versión en hebreo– plantea el que quizá sea el interrogante más polémico por la carga emocional que conlleva, en un país aún traumatizado por la peor matanza sufrida en décadas: ¿Mató Hamás a todas las víctimas civiles del 7 octubre o una parte pudo morir por fuego de sus propias fuerzas?
Según una fuente policial anónima citada por el periódico, los misiles disparados desde al menos un helicóptero Apache de las FDI, enviado a la zona una vez se tuvieron noticias de la incursión de los milicianos de Hamás, habrían causado la muerte de algunos de los asistentes al festival de música electrónica Nova, porque los pilotos tuvieron dificultades para distinguir entre los combatientes y los jóvenes que estaban pasándolo bien. El documento explica que “cuando se percataron, algunos decidieron emplear munición de artillería contra los terroristas por su cuenta, sin tener autorización de sus superiores”.
Después de esa y otras informaciones que cuestionan la versión oficial de Israel, el ministro de Comunicaciones, Shlomo Karhi, ha presentado una propuesta para prohibir la publicación de noticias gubernamentales en Haaretz, así como la suscripción a este medio por parte de cualquier funcionario. El ministro ha acusado al periódico de “sabotear a Israel en tiempos de guerra” y de ser un “portavoz incendiario de los enemigos de Israel”.
Las autoridades de este país tampoco han explicado cómo los milicianos palestinos que irrumpieron desde Gaza en el sur de Israel –y llegaron al lugar donde se celebraba la fiesta de música electrónica, donde mataron supuestamente a unas 350 personas– pudieron causar una destrucción masiva, tanto en los kibutzim como en las bases militares, si realmente portaban armas ligeras, tal y como se aprecia en las imágenes recogidas por sus propias cámaras 'gopro' o por las de seguridad distribuidas por la zona.
La semana pasada, el presentador de la estadounidense MSNBC, Mehdi Hasan, preguntó al portavoz jefe del Gobierno israelí, Mark Regev, sobre la revisión del balance de víctimas realizada por el Ejecutivo varias semanas después de la masacre, pasando de 1.400 a 1.200 fallecidos. “Entendimos que habíamos sobreestimado el número, cometimos un error. De hecho, había cuerpos que estaban tan quemados que pensamos que eran nuestros, pero al final aparentemente eran terroristas de Hamás”, respondió.
Aunque no ha ofrecido pruebas, la tesis sostenida por el aparato militar de Israel mantiene que los combatientes de Hamás quemaron sin distinción a civiles israelíes y sus propiedades, en atrocidades no vistas desde el Holocausto. “Obviamente los combatientes de Hamás no se prendieron fuego a sí mismos ni se quemaron hasta quedar irreconocibles”, apunta en su blog el periodista palestino-estadounidense Ali Abunimah, cofundador de la web Electronic Intifada y autor del libro 'The Battle for Justice in Palestine' (La batalla por la justicia en Palestina). En su opinión, las fuerzas israelíes entraron en pánico tras el asalto de Hamás y, ante la dificultad de distinguir entre milicianos y ciudadanos, dispararon indiscriminadamente a todo lo que se les puso por delante.
Abunimah basa sus afirmaciones en testimonios como el de Yasmin Porat, una de las supervivientes del kibutz Beeri, cerca de la frontera con Gaza. Esta mujer de 44 años dijo durante una entrevista en un programa matinal de la emisora de radio israelí Kan, ocho días después de la matanza, que “sin duda” hubo civiles israelíes asesinados por sus propias fuerzas de seguridad. “Eliminaron a todos, incluidos a los rehenes (…). Hubo fuego cruzado muy, muy intenso”, relató.
Por su parte, fuentes de la Aviación israelí admitieron haber enviado a una veintena de helicópteros de ataque, que habrían disparado enormes cantidades de proyectiles y misiles Hellfire el 7 de octubre. “El relato de Porat, entre otros, subraya la necesidad de que Israel realice una investigación independiente, si bien es poco probable que la permita alguna vez”, apunta Abunimah.
https://www.eldiario.es/internacional/desinformacion-manipulacion-frente-batalla-guerra-israel-hamas_1_10641195.html
La guerra entre Israel y y el grupo palestino Hamás está generando tal cantidad de desinformación en el entorno digital y mediático que contrastar su veracidad se ha convertido en un nuevo frente de batalla intangible y virtual.
Mientras que gran parte de las imágenes y los videos difundidos en las redes sociales muestran evidencia real y creíble de la violencia cometida durante el conflicto, el deseo de los usuarios de encontrar relatos reales, sin filtros y en tiempo real, está siendo aprovechado por ambos bandos –especialmente por el que dispone de más recursos– para reforzar su narrativa como arma de guerra.
“Amplifican la retórica vil que deshumaniza a las personas y difunden desinformación. Es a la vez un arma para los propagandistas y un negocio centrado en obtener ganancias”, alertan desde la organización británica Centro para la Lucha contra el Odio Digital (CCDH, por sus siglas en inglés), centrada en la protección de los derechos humanos y la libertades civiles en el mundo digital.
Información no verificada en boca de líderes mundiales
El último ejemplo de esa deshumanización llegaba el miércoles pasado desde la Casa Blanca. Su principal inquilino, Joe Biden, cuestionó la cifra de fallecidos proporcionada por el Ministerio de Sanidad de la Franja de Gaza, controlado por Hamás. “No hay pruebas de que los palestinos estén diciendo la verdad sobre cuántas personas mueren”, declaró el presidente estadounidense durante una rueda de prensa sin explicar el porqué de sus afirmaciones o cuáles eran sus fuentes. Únicamente se limitó a decir que “seguro que se ha matado a inocentes” durante la contienda.
En respuesta, el Ministerio de Sanidad de Gaza publicaba un documento de más 200 páginas que contenía los nombres, la edad, el sexo y los números de identidad de los cerca de 7.000 palestinos que habían fallecido hasta entonces –hoy superan los 8.300– por los ataques israelíes en el marco de la operación “Espadas de Hierro”, lanzada por el Ejército tras el denominado “shabat negro” (el sábado 7 de octubre, cuando Hamás lanzó su brutal ataque sorpresa contra Israel).
Si bien es imposible contrastar los datos de forma independiente –el Gobierno israelí sigue sin permitir la entrada de la prensa internacional a Gaza–, portavoces de Naciones Unidas o de ONG como Human Rights Watch afirmaron que, aunque en el pasado sí habían podido tener pequeñas discrepancias entre la cifra final de víctimas y las reportadas por el departamento de Sanidad inmediatamente después de los ataques, en general confiaban en ellas. “Seguimos incluyendo sus datos en nuestros informes y sus fuentes son claras”, afirmó en un comunicado la Oficina de la ONU para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA), recogido por la agencia Reuters.
Biden ya había protagonizado otro episodio de desinformación pocos días después del ataque de los milicianos palestinos de Hamás y otros grupos contra poblaciones en el sur de Israel. “Nunca pensé que vería y habría confirmado imágenes de terroristas decapitando a niños”, dijo el líder demócrata haciéndose eco de una noticia inicialmente difundida desde el canal israelí INews 24, desmentida después por otros periodistas internacionales y nunca confirmada por las autoridades.
Ante las dudas surgidas sobre la veracidad de la información, dos altos funcionarios de la Administración estadounidense terminaron matizando que Biden en realidad se refería a informes llegados de Israel, citando noticias publicadas en sus medios de comunicación. También en España, algunos líderes políticos se hicieron eco de la noticia, como la presidenta de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, a través de la red social X (antes Twitter).
Gobiernos y organizaciones militares, fuentes interesadas en el conflicto
“Ahora más que nunca necesitamos que los políticos verifiquen lo que dicen y se armen de hechos”, señalan desde el Oxford Internet Institute (OII). Según el estudio más exhaustivo realizado por este centro de investigación, “con el uso de las redes sociales a escala global, cada vez más gobiernos se están involucrando en guerras de información de baja intensidad mediante el uso de tropas cibernéticas”. Actores como Estados Unidos, Irán o Israel –y otros muchos, hasta más de 80 países– desarrollan operaciones utilizando tácticas como 'botnets', cuentas humanas o 'trolls' para difundir narrativas progubernamentales que satisfagan sus intereses.
Chris Gunness, exportavoz de la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados Palestinos (UNRWA), señala a elDiario.es que ya en la ofensiva de 2014 “fue escandaloso”. “Durante la guerra portavoces israelíes se apresuraron a difundir vídeos en las televisiones norteamericanas donde sugerían que se estaban disparando cohetes desde nuestras escuelas y que nosotros lo sabíamos. Atacaron siete de ellas”, explica.
“Todo fue investigado después por Naciones Unidas y otras agencias, y se demostró que era totalmente falso”. Gunness apunta a que, cuando trabajadores de la UNRWA sí encontraron armas en varias de ellas, (“probablemente escondidas por grupos armados palestinos”, según se refirió en la investigación posterior), avisaron inmediatamente al Ejército israelí, “pero incluso entonces siguieron diciendo que la UNRWA colaboraba con los milicianos”, lamenta.
En la actual contienda, la propia ONU ha advertido de que la “desinformación dañina” sobre el conflicto entre Israel y Hamás “continúa circulando online, con potenciales consecuencias peligrosas sobre el terreno” y se ha visto obligada a desmentir o clarificar informaciones sobre sus agencias, como la UNRWA o el Programa Mundial de Alimentos.
En el estudio del Oxford Internet Institute los investigadores alertan del uso creciente de la desinformación para satisfacer los intereses y narrativas de gobiernos, organizaciones o conglomerados privados de todo tipo. Y las redes, afirman, ejercen como altavoces multiplicadores de dicha confusión.
X (antes Twitter) o TikTok, en el punto de mira
Desde el Centro para la Lucha contra el Odio Digital (CLOD) apuntan directamente a plataformas como X y a su falta de regulación para moderar los contenidos. Desde que Elon Musk asumió su dirección, renombrando la red social, han documentado decenas de casos de discursos de odio y desinformación en esta red social, y sus investigaciones indican que la empresa no ha actuado en el 99% de las casos denunciados en sus cuentas de usuarios premium –que pagan para que el algoritmo de la plataforma amplifique sus publicaciones–.
Igualmente, denuncian que desde ambos lados del conflicto se han sacado de contexto vídeos y fotografías de guerra, o se han hecho pasar imágenes manipuladas como reales, pero no sólo en X, sino también en TikTok o Meta (que aglutina a Facebook e Instagram).
Un ejemplo reciente de esa manipulación es el vídeo difundido en TikTok en el que se ven supuestos milicianos de Hamás lanzándose en paracaídas sobre un campo deportivo, antes de atacar a ciudadanos israelíes el pasado 7 de octubre. “Hamas se lanzó en parapente entre ciudadanos israelíes y procedió a masacrarlos”, rezaba el texto que acompañaba a la imagen. Aunque el grupo armado sí se sirvió de parapentes para desplazar a algunos de sus combatientes sobre la valla fronteriza entre Gaza e Israel, la imagen pertenece a un evento del club deportivo cairota “Al Nasr SC” y es antigua, circula en las redes desde el pasado 27 de septiembre. La red social tardó horas en retirarlo, pero ya se había visto decenas de miles de veces.
En respuesta al aumento de la desinformación, los gigantes de las redes sociales están intentando controlarla, aunque de momento de forma claramente insuficiente, alertan los expertos. TikTok se está apoyando en verificadores de datos independientes, mientras que en X reconocieron el aumento de la actividad de los usuarios en torno al conflicto y afirman estar tratando la situación como una crisis.
Por el momento, los especialistas en desinformación del Centro para la Lucha contra el Odio Digital o del Oxford Internet Institute sugieren recurrir a organizaciones confiables, medios de comunicación acreditados o públicos, que preferiblemente cuenten con sus propios equipos de verificación.
Charlie Sennott, fundador del proyecto 'GroundTruth' (una ONG estadounidense nacida para capacitar en la era digital a una nueva generación de corresponsales internacionales que informen sobre temas relacionados con la justicia social, derechos humanos o libertad de expresión), subraya la necesidad de disponer de periodistas en el terreno que aporten rigor y criterio para entender una realidad compleja en la “era de la posverdad”, cuando las emociones y las ideologías pueden reemplazar a los hechos.
“Sé por experiencia propia que los periodistas que cubren la guerra deben permanecer en el terreno, informar sólo de lo que saben y atenerse a estrictos estándares periodísticos al escribir publicaciones en las redes sociales”, dijo el excorresponsal en Oriente Medio durante una reciente entrevista en la radio pública de su ciudad, Boston. “Ya sabemos que la primera víctima de la guerra es la verdad. La diferencia ahora es la velocidad”.